(Fragmento)

Se perdió el rastro de posibilidad desde hacía ya tiempo. Los vientos que soplaban en mi sentido olían a respuestas claras, firmes, sin duda alguna. Las noches se volvieron tranquilas y el conformismo se unió con la rutina que comencé a soportar cada día, sin pensar o interrogarme nada.

Mi sangre corría y mi alma se rompía, volviéndose gris y transparente por su pérdida. Dejaba escapar las miles de oportunidades de hacer locuras y me volví obediente y sumiso, a los pies de los demás. De lo que querían los demás.

Las posibilidades quedaron olvidadas. Las dudas desaparecieron. Sabía qué respuestas me iba a encontrar ante todas las preguntas y dejé de pensar. Y así fue como empecé a sentir el caer de mi propio ser, esa angustia que me oprimía el pecho y me hacía difícil respirar. Me convertí en una máquina que cumple sus órdenes cada tarde.

Cuando advertí mi cambio fui consciente del cambio de los demás. Ante mis sueños alocados me respondieron que debía tener proyectos, y al convertir mis sueños en proyectos negaron, riendo, que fueran posibles de sobrellevar. Eran como un chiste contado con cara seria. Yo defendí mis deseos, orgulloso de tenerlos, pero ellos tan solo contestaron con prohibiciones y carcajadas sobre lo que me enorgullecía. Por supuesto, hubo momentos en los que caía y me sentía estúpido por mis ideas, pero tras dormir despertaba con fuerzas para volver a defenderlas, como si el sueño fuera mi dosis de vitalidad y optimismo. Y claro que lo era; en mis sueños nadie gritaba negativamente. Nadie saltaba ante una respuesta positiva. Tan solo aparecía la posibilidad, el tal vez y quizá, y eso me aportaba mucha más fuerza para continuar por aquello que me apasionaba, por aquello que vivía.

2 comentarios:

  1. Muchas veces sólo hacemos las cosas por las personas que decían que no podríamos hacerlas. Que no llegaríamos, que no serviría de nada.
    Después no hay posibilidad de cambio, ves ese objetivo casi como una obligación, casi como algo que es preciso hacer porque si no, mueres.
    Y es que cada vez que alguien intenta hundirte mueres un poquito.

    El afán de superación está bien, aunque a veces me pregunto si en demasía es sano. Por la gente que muere en el intento, y tal.



    M.

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  2. ‎El mayor placer en la vida está en hacer lo que la gente dice que no puedes, según Walter Bagehot.

    El texto en general habla sobre la obedencia y la opresión; el peligro del conformismo y el no arriesgarse.
    Aunque el fragmento es de una historia que ando trabajando, se podría resumir perfectamente en todo lo que has dicho... No sé, me ha llamado la atención x)

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